Niño dirmiendo-Rudolf Epp
Por Ari Rajsbaum
Hace muchos años, mis padres nos llevaron a un
zoológico de reptiles. Mis hermanos y yo estábamos observando una gran alberca
llena de cocodrilos, maravillados por su inmovilidad. Según recuerdo, habían
muchos animales, todos inmóviles, como si estuvieran esculpidos en piedra. De
repente, un cocodrilo mordió la cola de otro y en fracciones de segundo había
una multitud de mordiscos por todos lados. Todos se mordían a todos, sin ton ni
son. Pasaron algunos momentos y los animales se volvieron a quedar quietos,
regresando a su pasividad original. Fue en ese momento cuando por primera vez
pude intuir, sin poderlo poner en palabras, algo que es bien conocido en
diferentes ámbitos de las ciencias humanas; que las conductas individuales
forman parte de un sistema grupal.
No solo cocodrilos que estaban aparentemente en
paz respondieron con violencia ante ataques que comenzaron desde el otro lado
de la alberca; mis hermanos y yo brincamos también del susto cuando empezó toda
la alharaca; es decir, una parte de nuestro sistema nervioso respondió de forma
muy semejante a la de los animales. Hoy sabemos que estos sucede precisamente
porque algunas partes de nuestro cuerpo que manejan conductas reflejas son muy
semejantes a las que tienen los cocodrilos.
El sueño es también un fenómeno que responde a
interacciones interpersonales; a veces los bebés, al ser amamantados se van
tranquilizando poco a poco hasta quedarse dormidos. Vemos con frecuencia como a
las mamás les va entrando sueño hasta quedarse dormidas con sus bebés. A veces
la interacción y el sueño es un poco más sutil, sin que deje de estar presente.
Recuerdo que antes de que naciera mi primera hija sufría de insomnio frecuente,
a veces me tardaba en quedarme dormido o me despertaba con cualquier ruido. Mi
peor miedo era que al tener un bebé en casa el sueño huyera de mi vida mientras
yo quedaba instalado en un insomnio permanente. Paradójicamente, desde el día
que nació mi hija comencé a dormir bien. Me acostaba con toda la intención de
despertarme si mi hija lloraba, es decir, quería tener un sueño ligero. El
simple hecho de dejar de preocuparme por el insomnio me tranquilizó lo suficiente
para quedarme dormido.
Los sistemas que se generan alrededor del sueño
pueden crear también interacciones dolorosas. En casa de unos conocidos sucedía
lo siguiente: El bebé (recién nacido) comenzaba a llorar en la noche, la madre
lo intentaba tranquilizar mientras el papá le decía “ya calla al bebé, haz que
se duerma”, la mamá se iba poniendo más nerviosa, a lo que el niño respondía
con más llanto. Llegaba un momento en que la madre comenzaba a gritar
desaforada, primero al bebé “cállate, ya cállate”, el esposo le gritaba a ella
“estás loca” y ella le contestaba “tú me vuelves loco”. El sistema no se
detenía ahí, porque los vecinos se despertaban con los gritos. Un vecino me
contó que permanecía despierto todas las noches esperando el momento en que comenzaría
el escándalo para poder intervenir de alguna manera.
Aunque esta última historia refleja una situación
extrema, muchas familias sabemos lo que se siente perder el control por las
dificultades con el sueño o el placer de adormilarse junto a sus hijos mientras
se leen un cuento o se canta una canción.
Existen muchas recomendaciones para mejorar el
descanso de toda la familia, y hablaremos de ellas más adelante. Pero lo
primero que debemos saber es: no hay recetas generales, porque cada persona es
diferente y hay una infinidad de configuraciones familiares y grupales. Así
que, no importa que recomendación escuches al respecto, siempre trata de
adaptarla al estilo de tu familia. No pienses en lo que es “normal”, sino en lo
que mejor les funcione.
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Muy interesante, gracias por compartirlo...
ResponderEliminarMuy interesante,Gracias por compartir.....
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