lunes, 23 de abril de 2012

Esquemas mentales

por Ari Rajsbaum

Mucha gente cree que lo que sucede en los primeros cinco años de vida determina el destino de la persona. “Infancia es destino”, dijo Freud. Esta teoría tiene como fundamento dos creencias; la primera, que nuestro cuerpo deja de producir nuevas células cerebrales después del nacimiento, o a más tardar después de pocos años de vida. La segunda creencia dice que las conexiones en nuestro cerebro se forman hasta el sexto año de vida y que posteriormente solo se van desconectando aquellas conexiones que no son útiles. 

Hoy en día, gracias al desarrollo de las neurociencias, sabemos que ambas creencias están equivocadas: el cerebro produce siempre nuevas neuronas y tiene la capacidad, hasta la muerte, de formar nuevas redes, es decir, de estar generando constantemente nuevos aprendizajes . Esto no quiere decir que los primeros años de  vida no sean fundamentales, sin duda lo son, pero tenemos la capacidad de desarrollarnos a lo largo de toda la vida.

Paralelamente a la idea de un cerebro maduro básicamente estable, existía la teoría de que la inteligencia es una especie de habilidad fija, ya sea que la hayamos heredado o que se haya adquirido durante los primeros años de vida. Hoy se sabe, que como todas las demás habilidades, nuestras capacidades de abstracción y razonamiento se desarrollan o se atrofian según el uso que se les de. Mientras más nos esforzamos en desarrollar nuestras habilidades de pensamiento, más se fortalecen las conexiones entre las neuronas que tienen que ver con este, de forma semejante a lo que sucede con los músculos. 

La Dra. Carol Dwek, de la Universidad de Stanford, mostró cómo nuestras creencias sobre la inteligencia tienen una fuerte influencia sobre nuestras actitudes y por lo tanto, sobre el destino de nuestras capacidades. Describió dos formas de pensar, a las cuales llamó “esquema mental fijo” y "esquema mental flexible".

¿Cómo aprenden los niños a desarrollar uno u otro esquema mental? Los autores de este artículo han relacionado el aprendizaje de estos esquemas con observaciones que se han hecho en dos campos: el de las llamadas “neurociencias cognitivas y emocionales” y con la teoría de sistemas familiares. Se trata de campos complejos de conocimientos pero quisiéramos mencionar aquí algunos temas que son de nuestro interés:

1)      La forma en que se regula el estrés dentro de la familia, tiene una profunda influencia ya sea en el desarrollo de la motivación para desarrollar tareas, o en sentimientos de desamparo que se pueden manifestar de dos maneras: como expresión de derrota (“ya para que me esfuerzo, no sirvo para eso”) o como creencias mágicas (“me va a ir bien porque soy muy inteligente”). Lo motivación o desmotivación no son únicamente una manifestación emocional, tienen un aspecto neurológico que está relacionado con nuestras hormonas del estrés. En caso de que te interese leer más sobre este tema te invitamos a que veas los artículos sobre autodominio en nuestro blog: http://smarteriya.blogspot.mx/search/label/autodominio

2)      Se ha observado que a veces, los intentos de solucionar un problema lo fortalecen. Esto sucede con frecuencia en relación a las dificultades escolares. El sentimiento de preocupación y frustración ante los problemas de nuestros hijos nos pueden llevar a poner el acento en las calificaciones, a decir hablar de niños “inteligentes” y “tontos” y a toda una gama de prácticas que terminan profundizando el problema. Es importante para las familias saber que nada está determinado y que uno siempre puede mejorar. Pero para ello es importante manejar la presión en niveles razonables y centrar las expectativas en la superación personal paulatina, más que en las calificaciones o las comparaciones con los demás. Especialmente importante es que nosotros como padres internalicemos y desarrollemos en nosotros esquemas de pensamiento flexibles para nuestras propias vidas, de modo que nos podamos servir como ejemplos para nuestros hijos.


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