Por Ari Rajsbaum
El
empresario Gabriel Guiza me contó la siguiente historia:
Poco
después de contratar a un ejecutivo para un puesto importante de su
organización, se dio cuenta de que este hombre le resultaba insoportable. Ante
cada propuesta encontraba siempre algún comentario negativo: “esto no
funcionará por x, eso que propones no funcionará por y”, mientras
su cara mostraba una expresión de “lo que haces no es suficientemente bueno”.
Al
pasar del tiempo el Sr. Guiza comenzó a escuchar quejas acerca del nuevo
ejecutivo y se dio cuenta que no era el único a quien le caía mal. Así que, en
lugar de seguir los impulsos de su corazón, que le pedían que lo corriera, decidió
transformar la adversidad en una ventaja. Así que se puso a buscar dentro de la empresa
al segundo empleado más pesimista. A partir de ese momento, antes de aventurarse
en algún nuevo proyecto, invitaba a los dos, al ejecutivo pesado y al empleado
pesimista y les exponía el plan que tenía en mente. Sabía que estos dirigirían
su mirada hacia todos los detalles defectuosos, por más insignificantes que
fueran. De esta manera el empresario
encontró un sistema para perfeccionar todos sus proyectos.
Esta
historia me gusta tanto, que me atrevo a pensar que si aplicáramos el “método
Guiza” ante las críticas de forma sistemático podríamos matar tres pájaros de
un tiro: en primer lugar, dejaríamos de pelearnos con la presencia de la gente
criticona, en segundo lugar las críticas nos afectarían mucho menos, ya que
estaríamos pensando en el uso que les vamos a dar, y por último, mejoraríamos
enormemente nuestro rendimiento. Claro, mi amigo Guiza no logró esto de un día
para otro, sino como resultado de años de tratar de convertir a los retos en
oportunidades, pero de eso les hablaré más adelante en la entrada “el método
Guiza 2”.
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