Por Ari Rajsbaum
Hay una antigua historia que se aparece en
distintas versiones a todo lo largo de Asia, desde la India hasta la antigua
Judea. La historia cuenta más o menos lo siguiente:
Un grupo de personas se encuentran en un cuarto
oscuro y hablan acerca de lo que se encuentra en el interior. La primera
persona estira sus manos y dice: “me parece que nos encontramos frente a un
muro redondo, áspero y curvo”. Otro dice: “¿Cómo puedes decir eso? Me doy
cuenta que lo que hay aquí es una culebra, la estoy agarrando con mis dos manos”.
“¿Una culebra?” dice un tercero”. “Es muy gruesa, es verdad que es larga y
ondulada, pero estoy seguro que lo que tenemos aquí es una manguera”. “Bueno”,
dice el cuarto hombre, “Cómo va a ser una culebra o una manguera, está apoyada
sólidamente sobre el piso, es ancha y firme, obviamente se trata de una
columna”.
En ese momento alguno enciende una vela y se dan
cuenta que tienen frente a ellos un elefante. El hombre que tocó su costado lo
tomó por una pared, quien agarró su cola la confundió con una serpiente, el que
agarró la trompa pensó en ella como una manguera y uno que abrazó la pata
supuso que se trataba de la columna.
Pienso que si este cuento, ideado hace más de dos
mil años, estuviera presente en nuestras mentes contemporáneas, la vida de
todos sería mejor. La vida es muy compleja y la realidad es diferente según el
punto de vista desde el que la miremos.
He traído este cuento para que pensemos en
situaciones que se dan en relación a la educación de los niños y
particularmente, a situaciones relacionadas con el sueño de los niños. La vida
familiar es el lugar principal en el que se satisfacen algunas necesidades
vitales de sus miembros. Una de ellas, principalmente para los niños, es la necesidad
de apego; seguridad, cuidado y amor que se manifiesta de formas tangibles para
los pequeños. Hemos visto en otro artículo (http://smarteriya.blogspot.mx/2012/02/porque-unas-personas-son-mas-nerviosas.html),
cómo el tiempo que una madre rata pasa lamiendo a sus cachorros tiene efectos
en el cerebro y en el carácter de estos para el resto de su vida.
Otra función de la educación es el ir apoyando que los niños desarrollen sus propios medios para tranquilizarse, regular sus emociones y vencer desafíos. Para todo esto es muy importante que crezcan en un medio ordenado, con rutinas previsibles y con normas claras acerca de lo que está permitido y lo que no.
El problema con el que se encuentran las familias
es que con frecuencia las estrategias para satisfacer ambas necesidades pueden
ser contradictorias. Muchas veces los adultos que cuidan a los niños toman
partidos extremos, defendiendo unos la satisfacción de una necesidad mientras
otros se inclinan por la otra: La mamá trata de disciplinar a su hijo y la
abuela se horroriza porque siente que el niño carece de cariño (o viceversa),
el papá trata de poner orden en las rutinas y la mamá dice que el papá es un general,
mientras este responde que la mamá los consiente en todo (o al revés).
Este dilema es especialmente difícil cuando hablamos del dormir de los niños pequeños: A los niños le hace muy bien dormirse en brazos de sus padres, que les cuenten un cuento y que les canten, pero también necesitan ir aprendiendo a dormir solos y a calmar sus miedos por ellos mismos. ¿Qué tanto acompañarlos por las noches? ¿Qué tanto dejarlos solos? ¿Cuáles son las edades adecuadas para cada cosa?
La vida sería más fácil si hubiera respuestas
universales para estas preguntas, pero no las hay, porque cada niño, cada
familia y cada medio social es diferente y es imposible saber cuál va a ser el
resultado de las decisiones que tomemos. De cualquier manera, me parece que la
misma complejidad de las situaciones nos puede dar un principio general:
Si tenemos siempre presente el cuento del elefante
no perderemos de vista que existen necesidades complementarias. Esto por lo
menos ayudará a que se polaricen menos las opiniones entre los adultos que
cuidan a los niños y a que tengamos mayor flexibilidad para cambiar en nuestros
estilos de cuidado.
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http://smarteriya.blogspot.mx/2012/06/padre-desesperado.html
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