viernes, 8 de junio de 2012

La comida y otras obsesiones familiares.


Ari Rajsbaum


Estoy leyendo un libro maravilloso que trata acerca de la preocupación por el sobrepeso en la vida de los niños y sus familias. La autora del libro, Abby Ellin, fue gimnasta durante su infancia. Ya sea por el ejercicio que hacía, o por cualquier otra razón, podía comer y comer, manteniéndose siempre flaca.

Ellin, cuenta que disfrutaba enormemente de la comida. “Amaba todo lo relacionado con la comida: leer acerca de ella, consumirla, chupar helados…mi ardor por la comida era motivo de chistes de todo tipo. Mi madre decía una fecha y me preguntaba que había comido ese día (generalmente lo lograba), o se reía y decía que si no tenía cuidado explotaría como un elefante”.  Ellin piensa que detrás de ese humor había un mensaje: “ no engordes”, pero yo creo  que las bromas expresaban también el placer de ver a una niña hacer lo que los adultos hubieran querido, comer con ganas, sin que esto tenga consecuencias negativas para su aspecto físico.

Al revés de lo que sucedía con Ellin, su madre estaba muy preocupada por sus propios alimentos; medía las porciones que comía, se pesaba todos los días, hablaba sobre su peso y su ropa. La hermana mayor de Ellin estaba aun más obsesionada por el peso que su madre y llegó a desarrollar una anorexia en forma.

“Yo admiraba la moderación de mi hermana con la comida, pero no traté de imitarla hasta el sexto grado, después de un verano en Florida. Observé a mi abuela vigilar su peso y a mi madre cuidar el suyo y a mi hermana el de ella y decidí que tenían razón: las niñas tenían que ser delgadas y hermosas. Así que comencé a seguir el régimen de mi hermana, comer yogurt  natural en el desayuno, media rebanada de queso y un plátano para mediodía, rechazando bocadillos entre comidas, y cenando pan. En lugar de las calorías innecesarias del chicle masticaba la cera que me había dado el dentista. Pensamientos de comida me asaltaban: Pasaba tardes hojeando libros de cocina, recorriendo mis dedos sobre fotografías de postres que deseaba desesperadamente y que nunca comería. Me pesaba cada mañana y poco a poco mis ropas se iban volviendo más flojas, mi cara demacrada, mis costillas y huesos pélvicos resaltando. La gente en la escuela lo notó y yo amé el reconocimiento que recibía por no comer. ¡Era única, era superior, tenía el control! “[i]
El párrafo anterior muestra el nacimiento de una obsesión: A partir de ese momento comenzó una pesadilla que atraía los pensamientos y energías de la niña y de su familia alrededor del peso, primero  estando muy flaca y luego demasiado gorda. Como todas las obsesiones, la obsesión por el peso va conquistando poco a poco áreas del pensamiento y de la convivencia, llenando cada vez más espacios con una sensación de angustia y de peligro.

Ellin dice en el libro algo muy interesante; en la mayoría de los casos tanto los padres, como los niños tienen información acerca de los peligros de la obesidad y conocen el principio  central para  combatirla: consumir menos energía de la que gastan. El problema es que, aun conociéndolo no encuentran la manera de comer más sano.

Como padres de familia es muy importante que entendamos esto, no solo en relación con la comida, sino con muchos hábitos: tal vez el niño sabe que le conviene dormir temprano, pero se va a la cama y no se queda dormido, aunque quiera. Sabe que le conviene concentrarse, pero se sienta a estudiar y sus pensamientos se escapan a hacia la película de vampiros que vio el día anterior. Sabe que si llora cuando lo molestan lo van a molestar más, pero no se aguanta las ganas y las lágrimas se le salen. No hace falta que uno les diga “pon atención a lo que lees o vas a reprobar”,  el niño ya lo sabe y está haciendo todo lo posible por concentrarse, pero no sabe como hacerlo. Es por ello que es muy difícil ayudarle a los niños a resolver sus dificultades, porque aunque nosotros y ellos conozcamos las conductas que evitarían sus problemas, a veces los impulsos son más fuertes que ellos (y que nosotros también).

Hay sin duda algunos principios que nos pueden ayudar:
Ser pacientes, no solo con nuestros niños, sino con nosotros mismos, ya que si sabemos que no todo está bajo nuestro control tendremos más tolerancia hacia la conducta de los demás, especialmente de nuestros hijos, provocaremos menos sufrimiento innecesario y esto nos ayudará a algo realmente importante que es evitar que un problema se convierta en una obsesión e invada la vida de la familia.
Teniendo un ambiente más amigable es posible que podamos encontrar con nuestros hijos, de forma cooperativa, soluciones para sus problemas. Pero no siempre lo lograremos y no por ello debemos hacer que la vida gire alrededor de estas dificultades.


[i] A. Ellin, Teenage Wasteland, Public Affairs, 2005, p.19

2 comentarios:

  1. Mi mama me empezó a dar suplementos para que comiera a los 8 años, empecé a comer, comía tanto como un adulto en ocasiones.Por supuesto empecé a subir de peso. A los 9 años me llevó con un médico bariatra que me puso a dieta. Bajé de peso. Sus castigos eran no llevarme a la clase de deporte por la tarde, me quedaba en casa apachurrada viendo tele. A los 12 dejé el deporte cansada de sus castigos, decidí no volver jamás para que no lo pudiera usar en mi contra. A los 16 ya era bulímica. Después de una larga terapia y algunas lesiones por la bulimia, muchas dietas, altas y bajas de peso aqui estoy, con sobrepeso. Ella también es bulímica, mis hermanas también lo son.
    Mi hija come lo que quiere, jamas le hablo de dietas, nunca le digo que tiene que acabarse lo que hay en el plato, jamas le niego si quiere más, tampoco la obligo a comer menos, nunca le digo que se ve bien o mal porque está gorda o flaca, solo la hago pensar en la calidad de lo que come, no quiero cometer los errores que cometieron conmigo.

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  2. Hola, soy Irmgard colega de Ari, autor de la entrada. Me conmovió mucho la historia de tu relación con la comida. ¡Qué relación tan difícil y desgastante! Pareciera que para tu madre y tus hermanas también ha sido complicado poder tener una relación balanceada con la comida y el cuerpo.

    Es muy loable que en ese contexto quieras promover en tu hija un vínculo diferente con la comida; apreciar la calidad y no transformar la comida en una batalla. Sería muy interesante que intentes tratarte a ti misma como si fueras tu propia hija. Saludos.

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