viernes, 1 de junio de 2012

El sueño de los niños ¿Qué tanto acompañarlos, qué tanto dejarlos solos?


Por Ari Rajsbaum

Hay una antigua historia que se aparece en distintas versiones a todo lo largo de Asia, desde la India hasta la antigua Judea. La historia cuenta más o menos lo siguiente: 

Un grupo de personas se encuentran en un cuarto oscuro y hablan acerca de lo que se encuentra en el interior. La primera persona estira sus manos y dice: “me parece que nos encontramos frente a un muro redondo, áspero y curvo”. Otro dice: “¿Cómo puedes decir eso? Me doy cuenta que lo que hay aquí es una culebra, la estoy agarrando con mis dos manos”. “¿Una culebra?” dice un tercero”. “Es muy gruesa, es verdad que es larga y ondulada, pero estoy seguro que lo que tenemos aquí es una manguera”. “Bueno”, dice el cuarto hombre, “Cómo va a ser una culebra o una manguera, está apoyada sólidamente sobre el piso, es ancha y firme, obviamente se trata de  una columna”.

En ese momento alguno enciende una vela y se dan cuenta que tienen frente a ellos un elefante. El hombre que tocó su costado lo tomó por una pared, quien agarró su cola la confundió con una serpiente, el que agarró la trompa pensó en ella como una manguera y uno que abrazó la pata supuso que se trataba de la columna.

Pienso que si este cuento, ideado hace más de dos mil años, estuviera presente en nuestras mentes contemporáneas, la vida de todos sería mejor. La vida es muy compleja y la realidad es diferente según el punto de vista desde el que la miremos.

He traído este cuento para que pensemos en situaciones que se dan en relación a la educación de los niños y particularmente, a situaciones relacionadas con el sueño de los niños. La vida familiar es el lugar principal en el que se satisfacen algunas necesidades vitales de sus miembros. Una de ellas, principalmente para los niños, es la necesidad de apego; seguridad, cuidado y amor que se manifiesta de formas tangibles para los pequeños. Hemos visto en otro artículo (http://smarteriya.blogspot.mx/2012/02/porque-unas-personas-son-mas-nerviosas.html), cómo el tiempo que una madre rata pasa lamiendo a sus cachorros tiene efectos en el cerebro y en el carácter de estos para el resto de su vida.

Otra función de la educación es el ir apoyando que los niños desarrollen sus propios medios para tranquilizarse, regular sus emociones y vencer desafíos. Para todo esto es muy importante que crezcan en un medio ordenado, con rutinas previsibles y con normas claras acerca de lo que está permitido y lo que no.

El problema con el que se encuentran las familias es que con frecuencia las estrategias para satisfacer ambas necesidades pueden ser contradictorias. Muchas veces los adultos que cuidan a los niños toman partidos extremos, defendiendo unos la satisfacción de una necesidad mientras otros se inclinan por la otra: La mamá trata de disciplinar a su hijo y la abuela se horroriza porque siente que el niño carece de cariño (o viceversa), el papá trata de poner orden en las rutinas y la mamá dice que el papá es un general, mientras este responde que la mamá los consiente en todo (o al revés).

Este dilema es especialmente difícil cuando hablamos del dormir de los niños pequeños: A los niños le hace muy bien dormirse en brazos de sus padres, que les cuenten un cuento y que les canten, pero también necesitan ir aprendiendo a dormir solos y a calmar sus miedos por ellos mismos. ¿Qué tanto acompañarlos por las noches? ¿Qué tanto dejarlos solos? ¿Cuáles son las edades adecuadas para cada cosa?

La vida sería más fácil si hubiera respuestas universales para estas preguntas, pero no las hay, porque cada niño, cada familia y cada medio social es diferente y es imposible saber cuál va a ser el resultado de las decisiones que tomemos. De cualquier manera, me parece que la misma complejidad de las situaciones nos puede dar un principio general:

Si tenemos siempre presente el cuento del elefante no perderemos de vista que existen necesidades complementarias. Esto por lo menos ayudará a que se polaricen menos las opiniones entre los adultos que cuidan a los niños y a que tengamos mayor flexibilidad para cambiar en nuestros estilos de cuidado.

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