viernes, 25 de mayo de 2012

El sueño y la familia




Niño dirmiendo-Rudolf Epp
Por Ari Rajsbaum

Hace muchos años, mis padres nos llevaron a un zoológico de reptiles. Mis hermanos y yo estábamos observando una gran alberca llena de cocodrilos, maravillados por su inmovilidad. Según recuerdo, habían muchos animales, todos inmóviles, como si estuvieran esculpidos en piedra. De repente, un cocodrilo mordió la cola de otro y en fracciones de segundo había una multitud de mordiscos por todos lados. Todos se mordían a todos, sin ton ni son. Pasaron algunos momentos y los animales se volvieron a quedar quietos, regresando a su pasividad original. Fue en ese momento cuando por primera vez pude intuir, sin poderlo poner en palabras, algo que es bien conocido en diferentes ámbitos de las ciencias humanas; que las conductas individuales forman parte de un sistema grupal.

No solo cocodrilos que estaban aparentemente en paz respondieron con violencia ante ataques que comenzaron desde el otro lado de la alberca; mis hermanos y yo brincamos también del susto cuando empezó toda la alharaca; es decir, una parte de nuestro sistema nervioso respondió de forma muy semejante a la de los animales. Hoy sabemos que estos sucede precisamente porque algunas partes de nuestro cuerpo que manejan conductas reflejas son muy semejantes a las que tienen los cocodrilos.

El sueño es también un fenómeno que responde a interacciones interpersonales; a veces los bebés, al ser amamantados se van tranquilizando poco a poco hasta quedarse dormidos. Vemos con frecuencia como a las mamás les va entrando sueño hasta quedarse dormidas con sus bebés. A veces la interacción y el sueño es un poco más sutil, sin que deje de estar presente. Recuerdo que antes de que naciera mi primera hija sufría de insomnio frecuente, a veces me tardaba en quedarme dormido o me despertaba con cualquier ruido. Mi peor miedo era que al tener un bebé en casa el sueño huyera de mi vida mientras yo quedaba instalado en un insomnio permanente. Paradójicamente, desde el día que nació mi hija comencé a dormir bien. Me acostaba con toda la intención de despertarme si mi hija lloraba, es decir, quería tener un sueño ligero. El simple hecho de dejar de preocuparme por el insomnio me tranquilizó lo suficiente para quedarme dormido.

Los sistemas que se generan alrededor del sueño pueden crear también interacciones dolorosas. En casa de unos conocidos sucedía lo siguiente: El bebé (recién nacido) comenzaba a llorar en la noche, la madre lo intentaba tranquilizar mientras el papá le decía “ya calla al bebé, haz que se duerma”, la mamá se iba poniendo más nerviosa, a lo que el niño respondía con más llanto. Llegaba un momento en que la madre comenzaba a gritar desaforada, primero al bebé “cállate, ya cállate”, el esposo le gritaba a ella “estás loca” y ella le contestaba “tú me vuelves loco”. El sistema no se detenía ahí, porque los vecinos se despertaban con los gritos. Un vecino me contó que permanecía despierto todas las noches esperando el momento en que comenzaría el escándalo para poder intervenir de alguna manera.

Aunque esta última historia refleja una situación extrema, muchas familias sabemos lo que se siente perder el control por las dificultades con el sueño o el placer de adormilarse junto a sus hijos mientras se leen un cuento o se canta una canción.

Existen muchas recomendaciones para mejorar el descanso de toda la familia, y hablaremos de ellas más adelante. Pero lo primero que debemos saber es: no hay recetas generales, porque cada persona es diferente y hay una infinidad de configuraciones familiares y grupales. Así que, no importa que recomendación escuches al respecto, siempre trata de adaptarla al estilo de tu familia. No pienses en lo que es “normal”, sino en lo que mejor les funcione.

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